Comentario
Capítulo 30
De cómo la partera hablava al niño en naciendo, y las palabras que le dize de halago y de regalo y de ternura de amor, donde se ponen muy claras palabras que la ventura o buena fortuna con que cada uno nace ante del principio del mundo le está por los dioses asignada o concedida, y la partera gorgeando con la criatura pregúntale qué suerte de ventura le ha cavido
Llegada la hora del parto, que se llama "hora de muerte", cuando ya quería parir la preñada, lavávanla toda y xabonávanla los cabellos de la cabeça. Luego aparejavan una cámara o sala donde havía de parir y de padecer aflicción y tormento. Si la preñada era muger principal o muger rica, estavan con ella dos o tres parteras para hazer lo que fuese menester y ella mandasse. Cuando ya los dolores apretavan mucho a la preñada, luego la metían en el baño, y cuando ya se iva llegando el tiempo que la criatura havía de salir, dávanle a vever una yerva, que se llama cioapatli, molida y cozida con agua. Y si la apretavan mucho los dolores, dávanle a bever un pedazuelo de la cola del tlácuatl, molida y desecha en agua, como arriba se dixo. Con esto nacía la criatura fácilmente, y entonce ya tenían aparejado todo lo que havía menester la criatura, como son pañales y otro paño para rescebirla cuando naciesse.
En naciendo la criatura, luego la partera dava unas vozes, a manera de los que pelean en la guerra, y en esto significava la partera que la paciente havía vencido varonilmente y que havía captivado un niño. Y luego hablava la partera a la criatura. Si era varón, dezíale: "Seáis muy bien llegado, hijo mío muy amado". Y si era hembra, dezía: "Señora mía, muy amada, seáis muy bien llegada. Trabajo havéis tenido. Haos embiado acá vuestro padre humaníssimo, que está en todo lugar, criador y hazedor. Havéis venido a este mundo donde vuestros parientes viven en trabajo y en fatigas, donde hay calor destemplado y fríos y aires, donde no hay plazer ni contento, que es lugar de trabajos y fatigas y necessidades. Hija mía, no sabemos si viviréis mucho en este mundo. Quiçá no os merecemos tener. No sabemos si vivirás hasta que vengas a conocer a tus abuelos y tus abuelas, ni sabemos si ellos te gozarán algunos días. No sabemos la ventura o fortuna que te ha cavido. No sabemos qué son los dones o mercedes que os ha hecho vuestro padre y vuestra madre, el gran señor y la gran señora que están en los cielos. No sabemos qué traéis ni qué tal es vuestra fortuna, si traéis alguna cosa con que nos gozemos. No sabemos si te lograrás. No sabemos si nuestro señor te prosperará y te engradescerá, el cual está en todo lugar. No sabemos si tenéis algunos merecimientos, o si por ventura havéis nacido como maçorca de maíz aneblado, que no es de ningún provecho, o si por ventura traes alguna mala fortuna contigo que inclina a suziedades y a vicios. No sabemos si serás ladrona. ¿Qué es aquello con que fueste adornada? ¿Qué es aquello que rescebiste como cosa atada en paño antes de que el sol resplandesciesse? Seáis muy bien venida, hija mía. Gozámosnos con vuestra llegada, muy amada donzella, piedra preciosa, plumaxe rico, cosa muy estimada. Havéis llegado. Descansad y reposad, porque aquí están vuestros abuelos y abuelas que os estavan esperando. Havéis llegado a sus manos y a su poder. No suspiréis ni lloréis, pues que sois venida y havéis llegado tan deseada. Con todo esto tendréis trabajos y cansancios y fatigas, porque esto es ordenación de nuestro señor, y su determinación que las cosas necessarias para nuestro vivir las ganemos y a[d]quiramos con trabajos y con sudores y con fatigas, y que comamos y bebamos con fatigas y trabajos. Hija mía, estas cosas, si dios os da vida, por experiencia las sabréis. Seáis muy bien venida; seáis muy bien llegada. Guárdeos y ampáreos y adórneos y provéaos en que está en todo lugar vuestro padre y madre, que es padre de todos. Aunque sois nuestra hija, no os merecemos por cierto. Por ventura tamañita como sois os llamará el que os hizo. Por ventura seréis como cosa que de repente pasará por delante de nuestros ojos, y que en un punto os veremos y os dexeremos de ver. Hija mía, muy amada, esperemos en nuestro señor".
Haviendo dicho estas cosas, la partera cortava luego el ombligo a la criatura, y luego tomava las pares en que venía embuelta la criatura y enterrávalas en un rincón de la casa. Y el ombligo de la criatura guardávanle y poníanlo a secar, y llevávanlo a enterrar al lugar donde peleava, si era varón.